
Entre lo mucho, muchísimo, que hay para buscar, conocer, leer, deleitarse, asombrarse, rescatar y promover en la web. Encontré una de las obras del escritor y periodista ruso Leonidas Andreiev (1871-1919).
"PERIODISTA"
De noche, en la imprenta, donde se tira el diario Un Dolor. Pasa en un vuelo el componedor, y trata de despabilar al ordenanza que lleva las cuartillas; los correctores repasan las galeradas. El periodista -barbita en punta, temperamento fogoso, facha de perro sin amo, que parará en la perrera, si no es que ya se escapó de allí- contempla sus cuartillas rechazadas y se mesa nervioso los cabellos. El director, cara inexpresiva, enteramente vulgar.
De noche, en la imprenta, donde se tira el diario Un Dolor. Pasa en un vuelo el componedor, y trata de despabilar al ordenanza que lleva las cuartillas; los correctores repasan las galeradas. El periodista -barbita en punta, temperamento fogoso, facha de perro sin amo, que parará en la perrera, si no es que ya se escapó de allí- contempla sus cuartillas rechazadas y se mesa nervioso los cabellos. El director, cara inexpresiva, enteramente vulgar.
DIRECTOR.-No se preocupe usted. No vale la pena tomarse malos ratos por esa pequeñez. Escriba usted otra cosa.
PERIODISTA.-Pero... y comer, ¿no hace falta? Dígame, por todos los diablos: ¿hace falta o no hace falta?
DIRECTOR.-Escriba usted otra cosa, hombre.
PERIODISTA.-Sí, escribí sobre los perros, y no pasó. Escribí sobre los gatos, y tampoco pasó. Escribí sobre los jóvenes, y tampoco. Escribí sobre los viejos y las viudas, e ídem. (Con rabia). Pues, ¡por los cuernos del diablo!, ¿de qué quieren que escriba?
DIRECTOR.- (Con tristeza) No pasó. Escriba usted de los boticarios.
PERIODISTA.-Pero, ¡por todos los diablos!, no querrá usted que me pase la vida hablando de los boticarios. De solo oír esa palabra, me entran sudores. Así que téngalo entendido: o me fija usted un sueldo o...
DIRECTOR. .-(Tranquilo) ¿O qué?
PERIODISTA.- (Perplejo)... me moriré de hambre. ¿Sabe usted cuánto me hacía la ilusión de que iba a cobrar el mes pasado? Pues doscientos cincuenta rubIos. ¿Y cuántos cobré? Pues ciento solamente. ¿Y de dónde voy a sacar lo demás?
DIRECTOR.-Ya comprenderá usted que no vamos a pagar dos veces. Porque en vez de su artículo, dimos otro, que tuvimos que pagar.
PERIODISTA.-Pero ¿usted sabe lo que quiere decir eso de escribir a tanto la línea? "¿Traes una línea?... Pues toma un piatak". "¿No hay línea?... Pues no hay piatak" . ¿No comprende usted qué vida tan perra la que yo me gasto? Día y noche pensando en las líneas, mi vida entera convertida en líneas. Veo un abrigo, y pienso: "¿Cuántas líneas tendrá?" Y si aún fuera yo solo. Pero los chicos por las mañanas, gritan: "¡Papascha se ha escrito doscientas líneas!", y aquel día alborotaban a su gusto, sabiendo que no los van a castigar. Pero ¿y si de pronto caigo enfermo?
DIRECTOR.-Dios es misericordioso.
PERIODISTA.-¿Sí? Pues sepa usted que esta semana he tenido tres días jaqueca, y no he podido escribir ni una sola línea. Lo cual quiere decir que tendré que andar otro mesecito con los chanclos viejos. Y si, lo que Dios no quiera, no me siento estos días con humor de escribir...
DIRECTOR.-(Asombrado) ¡Con humor! ¡Con humor! Pero bationka, eso está bien para los actores; pero ¡para un periodista!...
Quédanse ambos pensativos.
PERIODISTA.-(Para sus adentros) Podría buscar un puesto en otro periódico. Pero ¿en cual? ¿En el Pabellón de las Modas? No; allí escriben con agua de rosas. ¿En la Revista Sanitaria? No; esa es todavía peor. Yo tengo un nombre honrado. (Rechinando los dientes.) ¡Un nombre honrado! Pero el carnicero le dijo ayer a mi mujer: "Según veo, su marido y usted son unos tramposos". Así como suena: unos tramposos. Y tiene razón el muy canalla; si no tramposos, algo muy parecido. Habrá que darle algo. (Con horror.) Pero, batiuschka, a las doce tengo que darle veinticinco kopeikas a Yegor Yegorovich, si no quiero que me arme un escándalo. Hace tiempo que debía habérselas dado. ¿Tendré que escribir sobre los boticarios? ¡Oh, no; no puedo! Ni de eso ni de nada; no estoy en vena. Antes pensaba un poco y siempre se me ocurría algo; pero ahora, no. Ayer, un campañero me hizo notar amistosamente que me estoy agotando. ¿Lo habrá notado también el periódico? ¿Y si de pronto lo notase? Si vinieran un día y me dijesen: "Mire usted: aquí está ya de más; hemos dado su puesto a Triapichkin". ¡Oh, oh!... Hice mal en hablarle a este tunante con tan malos modos. Por lo visto, se ha ofendido. ¿Qué podría yo decirle ahora que fuese de su agrado?
DIRECTOR.-(Para sí mismo) Me da lástima este chico. ¿Le fijo sueldo? No; porque se volverá gandul o empezará a escribir unas cosas que... Va ya camino de agotarse; ya no escribe con el ingenio de antes. ¡No tiene verdadera ductilidad! Triapichkin vale más que él sobre este punto. Le mandan hablar de los boticarios, y habla de los boticarios, o de la yegua blanca, o de lo que sea. Cierto que todo lo hace a la diabla, y a mí, a veces, me dan ganas de romperle la crisma; pero, en cambio, no le da a uno quebraderos de cabeza. Este otro se saltó también a la torera el jubileo del hijo de Kuritsin, y mientras todos los periódicos salieron con sus respectivas crónicas, nosotros ni una línea. "Yo no puedo dedicarles ditirambos a los hijos de Kuritsin. Le digo que no puedo". "No tienes más remedio que poder, porque el público lo manda. Triapichkin puede, y, además, cobra una kopeika menos". Pero ¡qué caray, me da lástima del pobre chico! ¿Qué podría yo decirle para buscarle la gracia?
PERIODISTA.-¿Sí? Pues sepa usted que esta semana he tenido tres días jaqueca, y no he podido escribir ni una sola línea. Lo cual quiere decir que tendré que andar otro mesecito con los chanclos viejos. Y si, lo que Dios no quiera, no me siento estos días con humor de escribir...
DIRECTOR.-(Asombrado) ¡Con humor! ¡Con humor! Pero bationka, eso está bien para los actores; pero ¡para un periodista!...
Quédanse ambos pensativos.
PERIODISTA.-(Para sus adentros) Podría buscar un puesto en otro periódico. Pero ¿en cual? ¿En el Pabellón de las Modas? No; allí escriben con agua de rosas. ¿En la Revista Sanitaria? No; esa es todavía peor. Yo tengo un nombre honrado. (Rechinando los dientes.) ¡Un nombre honrado! Pero el carnicero le dijo ayer a mi mujer: "Según veo, su marido y usted son unos tramposos". Así como suena: unos tramposos. Y tiene razón el muy canalla; si no tramposos, algo muy parecido. Habrá que darle algo. (Con horror.) Pero, batiuschka, a las doce tengo que darle veinticinco kopeikas a Yegor Yegorovich, si no quiero que me arme un escándalo. Hace tiempo que debía habérselas dado. ¿Tendré que escribir sobre los boticarios? ¡Oh, no; no puedo! Ni de eso ni de nada; no estoy en vena. Antes pensaba un poco y siempre se me ocurría algo; pero ahora, no. Ayer, un campañero me hizo notar amistosamente que me estoy agotando. ¿Lo habrá notado también el periódico? ¿Y si de pronto lo notase? Si vinieran un día y me dijesen: "Mire usted: aquí está ya de más; hemos dado su puesto a Triapichkin". ¡Oh, oh!... Hice mal en hablarle a este tunante con tan malos modos. Por lo visto, se ha ofendido. ¿Qué podría yo decirle ahora que fuese de su agrado?
DIRECTOR.-(Para sí mismo) Me da lástima este chico. ¿Le fijo sueldo? No; porque se volverá gandul o empezará a escribir unas cosas que... Va ya camino de agotarse; ya no escribe con el ingenio de antes. ¡No tiene verdadera ductilidad! Triapichkin vale más que él sobre este punto. Le mandan hablar de los boticarios, y habla de los boticarios, o de la yegua blanca, o de lo que sea. Cierto que todo lo hace a la diabla, y a mí, a veces, me dan ganas de romperle la crisma; pero, en cambio, no le da a uno quebraderos de cabeza. Este otro se saltó también a la torera el jubileo del hijo de Kuritsin, y mientras todos los periódicos salieron con sus respectivas crónicas, nosotros ni una línea. "Yo no puedo dedicarles ditirambos a los hijos de Kuritsin. Le digo que no puedo". "No tienes más remedio que poder, porque el público lo manda. Triapichkin puede, y, además, cobra una kopeika menos". Pero ¡qué caray, me da lástima del pobre chico! ¿Qué podría yo decirle para buscarle la gracia?