Tuesday, January 22, 2008

UNA CARTA BAJO LA MANGA

Señor Director:
En las últimas semanas se ha abierto un debate, en los distintos medios de comunicación, frente al llamado hecho por el Colegio de Periodistas a los jóvenes para que se informen antes de estudiar periodismo, debido a los niveles de desempleo existentes. El presidente del colegio, Luis Conejeros, afirmó en su carta publicada por "El Mercurio" el viernes 18 de enero: "Jamás llamamos, ni llamaremos a no estudiar periodismo". Lamentablemente, la campaña del colegio ha sido recibida, precisamente, como un llamado a no estudiar esta carrera, "el oficio más lindo del mundo", según García Márquez. Y ha terminado estigmatizando una profesión maravillosa, en la que los jóvenes chilenos, con vocación, pueden tener un gran futuro. Además de los medios tradicionales, se abren ahora innumerables fuentes de trabajo, como los nacientes medios digitales, la comunicación en empresas, instituciones y organizaciones, la gestión cultural e incluso un área que podría aparecer lejana: la literatura, que ha reunido a periodistas como García Márquez, Isabel Allende, Hemingway, Lapierre, Larry Collins, Pérez Reverte y tantos otros.
Estimo que el Colegio de Periodistas debió haber sido más específico en señalar cuáles son las universidades o escuelas donde la instrucción no es la adecuada, si es que cuentan con esa información. No estoy en absoluto de acuerdo con "incentivar" a no estudiar esta hermosa profesión. En Chile no sobra ningún buen periodista. El mercado chileno está ávido de nuevos periodistas de excelencia.

Bernardo de la Maza
Decano Facultad de Comunicaciones, Universidad Central
Cartas al Director, "El Mercurio", martes 22 de enero de 2008

Wednesday, January 02, 2008

CORTÁZAR


En los mundos imaginarios que Julio Cortázar recrea en los cuatro cuentos: “Casa Tomada”, “Carta a una Señorita en París”, “Las Babas del Diablo” y “El Perseguidor” se puede identificar un factor común y es que sus historias comienzan, normalmente, relatando y haciendo una descripción acabada de las escenas… las descripciones de los personajes o cómo viven los personajes y lo que los rodea son clave en la escritura de Cortázar. Como también lo es otro; el factor usual de cierto “tradicionalismo” en sus descripciones. Es como que se riera de los rasgos superficiales que, muchas veces, la sociedad sueña alcanzar en ámbitos materiales o la imagen ideal de la mujer y el hombre. Pero que cuando se tienen, no logran cumplir ni llenar la definición tan anhelada de felicidad. Por ejemplo, en “Casa Tomada”, la pareja tenía todo lo que supuestamente se debe tener, pero aún así no bastó. Tenían el “perfil”, pero no fue suficiente. La comunicación se estaba desgastando y optaron por buscar una solución radical y huir…

Cortázar sorprende en sus historias, de un momento a otro, cuando todo parece ir bien, se rompe con lo establecido. Pero efectivamente resultan ser problemáticas reales como la despreocupación en la pareja, aprender a no evadir la verdad de las cosas que nos aquejan, por ejemplo, en “Carta para una Señorita en París” enseña a no forzar los sentimientos. O como se muestra en “Las Babas del Diablo”, que una vida “sobre hojuelas” no existe, no forma parte de la realidad, sino que en ella se tejen los sinsabores y secretos más ocultos.

En “Carta a una Señorita en París” se revela una falta de comunicación que se hace insostenible. Un hombre se va a vivir al departamento de su pareja, Sarah, pero le enviaba cartas en secreto a otra mujer, Andrée, contándole lo aburrido que se sentía en esa nueva convivencia que estaba experimentando; basada en convencionalismos domésticos que no soportaba y tampoco podía aguantar tener que seguir aparentando sentimientos que no eran verídicos. Andrée representaba, en definitiva, el amor verdadero para él. En otras palabras, la frase “vomitar conejos” representaba lo que él necesitaba: arrancar de ahí, terminar definitivamente con esa situación y estar con Andrée. Recomenzar de nuevo.

En el cuento “Las Babas del Diablo” el narrador parte haciendo un cuestionamiento de cómo contar una historia, luego habla de cómo escribirla y es que le complicaba contener algo inusual que vio, algo que lo inquietaba y necesitaba contar. Hay todo un análisis personal de cómo se siente el narrador. “Y después del sí, ¿qué voy a poner, cómo voy a clausurar correctamente la oración? Pero si empiezo a hacer preguntas no contaré nada; mejor contar, quizá contar sea como una respuesta, por lo menos para alguno que lo lea”. Sus ojos vieron a una pareja en una plaza. Una mujer rubia, aparentemente mayor, acompañada de un adolescente. Lo que más le llamó la atención al narrador fue que precisamente no se trataba de una madre con su hijo. El chico se veía inquieto. Hay un golpe emocional fuerte que describe el narrador. El saber que de pronto en cualquier situación que puede parecer tan normal como descansar y observar en una simple plaza, nos podemos dar cuenta de hasta dónde pueden llegar las pasiones más ocultas del ser humano. Al final de la historia, el chico se escapa de la situación de haber podido llegar a mayores consecuencias, presionado por la mujer y por las intenciones de un tercero: un hombre que esperaba en un auto la decisión del muchacho.

“El Perseguidor” es la historia de otra pareja que pasa por un momento de mala comunicación. Johnny y Dédée viven humildemente y, además, deben lidiar con la enfermedad que aqueja a Johnny, quien es el principal sustento económico a través de sus conciertos de saxo. El momento de conflicto se inicia cuando Bruno le menciona a Johnny el tiempo que llevaban sin verse. “Tú no haces más que contar el tiempo. El primero, el dos, el tres, el veintiuno. A todo le pones número, tú. Podríamos vivir cientos de años, si encontráramos la manera podríamos vivir mil veces más de lo que estamos viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de minutos y de pasado mañana…”, refutó Johnny. Sentirse presionado por el tiempo era la principal preocupación de Johnny, ya que estaba acongojado por la mala situación económica, su enfermedad y debía encontrar una solución a ello, contrarreloj.

En “Casa Tomada” se hace explícito el mundo que describe Cortázar, en donde se cuenta una historia supuestamente tradicional de una pareja de hermanos que convive y une sus vidas en común. La pareja tiene una vida rutinaria, hacen lo que supuestamente (utópica o idealmente) una buena pareja que convive debe hacer, es decir, ambos colaboran entre sí. “Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina”, dice él (esa es la parte, medianamente, difícil de creer) y prosigue: “Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de los platos sucios”. Cada frase y cada descripción que hace Cortázar rayan con un aburrimiento rutinario que agobia. Todo iba bien en la historia hasta que aparece la falta de comunicación en la pareja. Cada uno, en una casa demasiado espaciosa para dos, metidos en su propio mundo: él leía y ella tejía. La casa era tomada por momentos de largos silencios. Y quizá la “hipótesis” de que algún ladrón había entrado sirvió para romper con la rutina que llevaban, de dejar cada uno lo que hacía, hacerse cómplices y huir juntos. Quizá, efectivamente no huyeron de los ladrones, pero sí querían huir de la rutina que los estaba haciendo enmudecer.

Pienso que sí, voluntaria o involuntariamente, se escribe para remediar la realidad. Sin duda, que la lectura influirá dependiendo de cómo, cada lector, se involucre e identifique con lo que lee y ello servirá para aplicar situaciones concretas, por ejemplo, de problemas sociales o golpes emocionales que involucren a los personajes de las historias con nosotros mismos y, por ende, ayuda a entender lo que nos pasa.
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“Creo que sé mirar, si es que algo sé, y que todo mirar resuma falsedad, porque es lo que nos arroja más afuera de nosotros mismos, sin la menor garantía. […] De todas maneras, si de antemano se prevé la probable falsedad, mirar se vuelve posible; basta quizá elegir bien entre el mirar y lo mirado, desnudar a las cosas de tanta ropa ajena”. “Nunca se sabrá cómo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando la tercera del plural o inventando continuamente formas que no servirán de nada. Si se pudiera decir: yo vieron subir la luna, o: nos me duele el fondo de los ojos, y sobre todo así: tú la mujer rubia eran las nubes que siguen corriendo delante de mis tus sus nuestros vuestros sus rostros. Qué diablos”. Julio Cortázar, “Las Babas del Diablo”. (Antonioni se inspiró en ésta para realizar “Blow Up”.)