Thursday, August 06, 2009

EL MOLDE SOCIAL

Toda sociedad necesita evolucionar conforme a los parámetros culturales de un determinado tiempo; por ende, sociedad puede considerarse sinónimo de profundos cambios culturales, económicos, políticos, etc. En esta línea, lo alarmante comienza cuando los cambios son influenciados por factores tan determinantes en el desarrollo de las sociedades como, por ejemplo, la globalización; más teniendo en cuenta que no interviene sólo en el ámbito económico sino que en todo lo que tiene que ver con la actividad humana. Es entonces cuando el cambio se hace preocupante, cuando viene acompañado de nuevas estructuras que se mezclan con las tradiciones antiguas modificando las normas y los valores existentes en la sociedad. El hecho de que nuestras formas de vida estén sujetas y/o dependan de un modelo económico imperante en el momento no deja de ser inquietante, pues las formas de vida no se pueden sustentar en algo que cambie constantemente, en algo que no ofrezca estabilidad, porque entonces nuestra forma de vida, hasta nuestra propia identidad, no tendría asidero; no se podría cimentar. A modo de ejemplo, si antes la sociedad medía el éxito en función de la pasión y el amor, ahora lo hace por medio del rendimiento, de la productividad, utilidad; y ello sería producto de la aceleración de la modernización[1].

Entonces, ¿cuáles son los cambios que caracterizarían a nuestra sociedad chilena? Según Salvat, la sociedad chilena ha vivido una transformación cultural profunda desde los cimientos sobre los cuales se constituyen los sujetos sociales. Por consiguiente, el hoy, producto de vivir en una sociedad de consumo, cambiaría el cimiento básico donde se construían los cimientos sociales por los del trabajo. Es decir, viviríamos en una sociedad de consumo versus una sociedad del trabajo, haciéndose inevitable que se produzca una tensión en la mantención de la ética del trabajo. Pero los cambios que aprecia Salvat no son claros, pues dice que hay cierta ambivalencia que se refleja en el plano valórico/normativo de la sociedad. Por ejemplo, las modificaciones a nivel país no son percibidas necesariamente como signos de modernidad. Chile no sería un país moderno ni tampoco uno poco moderno, no sería conservador ni liberal, sino una mezcla de ambos producto de una transición. Al igual que aprecia matices entre autodefinirnos como solidarios e individualistas, racistas o tolerantes[2]. Asimismo, imperaría en la colectividad la creencia de que sólo soy sujeto cuando trabajo y abandono la jerarquía familiar. Pero la sociedad de consumo es muy efímera, volátil y frágil; y los sujetos no alcanzan a constituir su identidad. No pueden ser sujeto del cambio social, pues la identidad cambia dependiendo del consumo; construcción de acuerdo a agentes externos que no dependen de ellos mismos.

Salvat también dice que el cambio no está constituido, no hay certeza específica, pero sí reconoce el cambio. Ello lo sustenta a través de 4 aristas, y son que: 1) Chile vive tensión entre ser liberal y ser conservador. 2) La auto-percepción de los chilenos sobre ellos mismos permitiría concienciarnos cada vez más de que hemos perdido nuestra capacidad para defender nuestros derechos, y si no los tenemos es porque no tenemos la convicción para exigirlos. Todavía hay resistencia frente al que es distinto, pues nos consideraríamos tolerantes, pero en la praxis no lo somos; se valora la libertad de conciencia, sin embargo somos reacios al conflicto; queremos libertad pero le tenemos tensión a que la gente discuta, como si el debate fuera negativo o poco constructivo. 3) Modernización en instituciones socio-económicas, pero habría instituciones político-jurídicas conservadoras. Es decir, discurso liberal pero imaginario conservador. Por otra parte, hoy ya no existiría la solidaridad, y eso no permite el capital social, porque hoy somos mucho más individualistas, con sólo decir que el consumo se expresa como demostración de éxito nos queda más que claro el panorama. Y la libertad se lee en clave utilitarista y pragmática; es decir, se acepta la libertad en la medida en que sirva, si no se deja de lado. 4) Ahora el éxito, el prestigio, se mide en función del rendimiento, de la productividad, en cambio, antes lo que nos motivaba eran conceptos como la pasión y el amor. Asimismo, el neoliberalismo actúa como modificador paulatino del paisaje moral dentro de la sociedad.

El debate que ambos autores permiten formar es hasta qué punto deberíamos aceptar un cambio que se basa sobre una sociedad de consumo versus una sociedad del trabajo. Max Colodro, a diferencia de Salvat, dice que este cambio cultural estaría aceptado en un 100%. Sin embargo, “La cultura, en su sentido amplio se manifiesta como una dimensión todavía inexplorada en la observación del fenómeno político”[3]. Cambio cultural que Colodro describe como caja negra a través de la cual tendríamos que obtener los materiales para hacerla luminosa y encontrar respuestas al proceso político chileno. También pregunta sobre “El Chile de los ’90: ¿goce o malestar en la cultura?” producto de “la creciente incidencia del ethos transnacional emergente, marcado por una fuerte masificación de las lógicas de consumo y por una extensión del alcance social de los medios de comunicación”[4], que también tiene influencia en el actuar del ser humano.

Por otro lado, Salvat plantea que la década de los 90 sería producto de la dictadura, sin embargo, Colodro dice que no es sólo herencia de la dictadura, que sería un producto nuevo que se va configurando según la característica de ser profundamente cosmopolita; explicitándolo a través de que la cultura está cada vez más segmentada producto de la transformación del sujeto que consume. Por ejemplo, la televisión hoy es mucho más específica, busca un público con cierto target, cosa de que tengan una mayor efectividad en cumplir el objetivo deseado, al mismo tiempo, el televidente se deja influenciar por lo que se muestra.

Por otro lado, el sujeto que consume lo antinacional dibujaría cierta idea de nación cada vez más cosmopolita, y la cultura de los 90 -incluso la de hoy- se caracteriza por ser muy mediática, instantánea, por ende el hecho de que se disuelva fácilmente es inevitable; y eso es lo peligroso porque provoca que las identidades sean evanescentes; que no sean sustentables. Y si las identidades no son duraderas no se puede realizar un cambio importante. Es por esto que Colodro nos habla del ethos aspiracional porque a través del consumo se obtendría la identidad y nefastamente condenaría a vivir en un permanente malestar a los que no pueden consumir, a los que se dejan llevar por falsos ideales para construir su propia identidad, y es así como “El consumo parece ser el bálsamo dulce que diluye todas nuestras miserias pasadas y el mall pasa a ocupar el lugar del espacio público por excelencia”[5]. Colodro, sobre todo, me recordó que hay que estar muy atentos a los cambios que elementos como el neoliberalismo, la globalización, el consumo o los propios medios de comunicación pueden provocar, porque podrán cambiar nuestras formas de vida -ojalá para bien- pero cuando irrumpen en las configuraciones dentro del paisaje moral, como dice Salvat, debemos preocuparnos por si ese cambio también modificó las bases en donde se cimentaban nuestros propios valores. Por si en este país lleno de contrastes hemos construido de mala forma una identidad a través de los objetos.

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[1] SALVAT P., De las modificaciones en el paisaje moral de la sociedad chilena: ¿transición hacia un nuevo imaginario normativo?, p. 268.
[2] Íbid, p. 269.
[3] COLODRO M., Cultura y cambio político en Chile. La caja negra de los ‘90, p. 275.
[4] Íbid, p. 276.
[5] Ídid, p. 278.


Wednesday, July 22, 2009

"Instantes"

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo.


Algo más aquí.

Saturday, June 27, 2009

A propósito de la famosa foto

Señor Director:
No me gustó la foto de los periodistas "achoclonados" en torno a Barack Obama y Michelle Bachelet. No me gustó, pero creo que cedieron a una tentación irresistible, y por lo tanto -como otros colegas- no creo que sea tema para un tribunal de ética ni mucho menos. Pero me preocupa.
Me preocupa porque no advierto la necesaria separación entre lo personal y lo profesional, entre el periodista -que nunca debe ser noticia, como creíamos los antiguos- y su trabajo. ¿Por qué? Porque erosiona la base de la credibilidad: ¿Cómo voy a criticar mañana a "este negrito simpático"? ¿Cómo demuestro que soy objetivo en mi trabajo si voy por el mundo de abrazos con los personajes a los cuales debo reportear? Al revés, si Obama hubiera dejado que sus guardaespaldas -como ha ocurrido desafortunadamente en Chile más de una vez- hicieran a un lado a los reporteros, llegando incluso a golpearlos, ¿deberían ellos enojarse y no informar de sus actividades?
El periodismo no depende de mis gustos. No depende de mis simpatías. No depende de cómo me traten.
Necesito independencia. Necesito ser creíble. Necesito, como reitera el Código de Ética del Colegio de Periodistas de Chile, separar información de opinión. Tampoco debo juntar información con publicidad, porque no me gusta que los periodistas "pasen" avisos encubiertos o no.
No me gusta que los periodistas sean tan amigos de sus entrevistados, que se pierda la necesaria distancia entre la fuente y el medio.
No me gusta que muchas personas, especialmente autoridades, empresarios, dirigentes deportivos o promotores de espectáculos, crean que la mejor manera de tener a raya a los periodistas es mediante costosos regalos.
No me gusta que los periodistas se "saquen" los partes ni compartan festejos con quienes deben hacer cumplir la ley.
Lo entiendo: somos humanos. Pero no me gusta.
Abraham Santibáñez
Periodista, profesor de Ética Periodística
Cartas al Director de El Mercurio. Sábado 27 de junio de 2009
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Lo que dijo Patricio Navia al respecto, aquí.

Saturday, May 16, 2009

SUR DE CHILE II


Cucao







Transbordador hacia Castro





Castro





Petrohué



Lago Todos los Santos, y volcán Osorno


Sunday, April 05, 2009

UN MAESTRO DE LA SOSPECHA

Friedrich Nietzsche (1844-1900), en “La gaya scienza” y selección de textos, también nos invita a concienciar sobre la importancia del pensamiento crítico para la afirmación de la vida; y para ello propone una transvaloración de todos los valores reinantes. Por eso dice que su verdad es terrible: pues hasta ahora a la mentira se la ha venido llamando verdad. Cuestiona el hecho de que en la sociedad, caracterizada por estar envuelta en el pensamiento calculador del proceso de la modernización, nadie se atreva a preguntar sobre lo que nadie pregunta. Es decir, todos acatan lo que se nos impone sin cuestionar si ello estará bien o mal, sólo obedecemos como meros súbditos. Por ende, cabe preguntarse si ¿lo bueno es bueno? ¿Lo malo es malo? Quizás, ¿la forma de entender la vida es una forma de empobrecerla?

Nietzsche propone una valorización distinta, que vaya más allá de lo que se tiene establecido por bien y por mal, al trasfondo de las cosas, a una nueva visión de la vida. Asimismo, los valores estarían en el campo de la moral y habría que preguntarse si los valores que nos animan son los adecuados. Todo esto, según Nietzsche, debiese ser una tarea a realizar indefectiblemente y, sobre todo, garantizada. Es así como llega a plantear que los valores están construidos sobre falsos dioses materializados en falsos fundamentos. Eso se podría ver a través de lo enseñado como valores supremos, ya que no serían más que valores de décadence, que han hecho que la moral impuesta nos obligue a renunciar a nosotros mismos, a nuestra naturaleza, a los deseos y a la esencia; pues los valores tomados a considerar nos han reprimido como personas. Por esto es que hace un llamado a arriesgarse, pues piensa que falta la capacidad de afectación, al pathos, a la disposición a la vida, a recibir, a dejarse tocar y golpear, tratando de reconocer lo que es vivir, y no, simplemente, dejarse llevar en la sobrevivencia sino que debemos estar dispuestos a la exposición a la vida, al riesgo. Por lo tanto, si Kant nos dice: “¡Atrévete a saber o pensar!”, Nietzsche nos dice: “¡Atrévete a vivir!”. La grandeza de los espíritus fuertes estaría en que ellos sí se atreven a vivir, se arriesgan y sienten. En cambio, la decadencia la encarnan los espíritus débiles y cobardes que se esconden bajo el pensamiento calculador y quieren seguridad a través de simplificar la vida, lo que se transforma en la atenuación de la experiencia de la vida, en excluir la complejidad, en ocultar la vida y eso hace que no se viva como se debiese, y, por lo tanto, no se deja ser completamente. Mucha influencia en eso tendría el hecho de estar demasiado delimitado por la sociedad el concepto de lo bueno y lo malo, como, por ejemplo, lo que encarna el espíritu dionisiaco y lo apolíneo. El primero estaría asociado a lo que encarna al vino, las fiestas, el cuerpo, el baile, el juego, la emoción, al impulso del eros; es decir, a la energía afirmativa, a disponerte. En cambio, lo apolíneo se asocia al orden, a la medida, al principio de seguridad, al logos: la razón, el control y la organización.

Por otro lado, el autor de “Así habló Zaratustra” dice que lo que lo separa del resto de la humanidad –o sea, de cuestionarse aspectos que los demás pasan por alto- es haber descubierto la moral cristiana: “Por eso necesitaba yo una palabra que tuviese el sentido de un reto lanzado a todos. No haber abierto los ojos antes en este asunto representa para mí la más grande suciedad que la humanidad tiene sobre la conciencia, un engaño convertido en instinto, una voluntad de no ver, por principio, ningún acontecimiento, ninguna casualidad…”. Por esta razón es que el cristianismo estaría empapado de platonismo. Y por eso sería tan nefasto para la vida de un hombre, que debiese ser bajo plena libertad y autonomía, se le imponga un desprecio a lo corporal y a culpabilizar el placer, el espíritu dionisiaco. El hombre es un cuerpo, por ende, no se puede demonizar el proceso de reproducción del hombre; y la sociedad lo que ha hecho es disciplinar el principio del placer, el deseo sexual, el principio de la realidad; reprimir para el cumplimiento del placer. “Yo llamo corrompido a un animal, a una especie, a un individuo cuando pierde sus instintos, cuando elige, cuando prefiere lo que a él le es perjudicial”. El proceso civilizatorio inhibe la experimentación, que el sujeto considere que él mismo es un experimento, que no se atreva a vivir. Por lo mismo, el mejor prototipo humano para Nietzsche es el artista, el creador, el que expone la experiencia de la vida, ya que el resto de los hombres estarían en otra parte, en un tránsito creyendo que el sentido de vivir tendría un significado ulterior, sin embargo, el sentido de la vida es estar aquí. Así, lo invisible es lo valorado y lo despreciable es lo visible; el cuerpo, esta vida, y no hay pruebas de aquello que se me pide que se valore, ya que se aprecia una suerte de contradicción en valorar las restricciones y no el dejarnos ser. Pero esa contradicción que vive el hombre, dice Nietzsche, tarde o temprano va a estallar. Porque todo lo valorado tomará una significación opuesta y entonces nos daremos cuenta de que Dios ha muerto y que nosotros lo hemos matado; su declive lo anuncia la organización religiosa de la sociedad. “Lo que cuento es la historia de los dos próximos siglos. Describe lo que sucederá, lo que no podrá suceder de otra manera: la llegada del nihilismo”. La conciencia de un despilfarro de fuerzas, en donde los verdaderos valores son desechados por nosotros mismos y el medir el valor del mundo por categorías de un mundo ficticio sería la causa del nihilismo.

Por consiguiente, el súper hombre para Nietzsche es el hombre nuevo que reconoce que Dios ha muerto; el que decide vivir con sentido, tomar responsabilidad de que mí depende el sentido de la vida, hacerse cargo de ella y de uno mismo. Si no entendemos eso, difícilmente podremos dejar de ser sobrevivientes y menos recuperar la autonomía individual ni alcanzar un ethos social con más altura de miras, basado en la razón, el sentido y en el pensamiento reflexivo.

Tuesday, March 17, 2009

Y TÚ, ¿LO TIENES?

When people can be so cold

They'll hurt you and desert you

And take your soul if you let them

Oh, but don't you let them.

(Pero yo hablo de esos de verdad...).

Thursday, March 05, 2009

SUR DE CHILE


Valdivia


Lago Todos los Santos




Pucón



Frutillar


Niebla






Isla Mancera




Lican Ray









Lago Caburgua






Siete Tazas


Salto de la Leona


Me acordé de "Ya, niños, dibujen sus vacaciones...", pero ocurre que no quiero olvidar nada, nada de esto.

Saturday, January 31, 2009

ORO INVISIBLE

La gente nos invitaba a su casa, nos atendía como si fuéramos los más íntimos amigos, nos mostraba su vida amable y desinteresadamente. Ese día nos tocó llegar a un sitio donde encontramos a una familia humilde de gran, gran corazón. Cómo olvidarlo. Una mujer vivía en un pequeño departamento con su hijo, de unos diecinueve años, su nuera, de dieciocho, y su nieto, de meses. El chico era moreno, maceteado, y cuya mayor característica era ser muy aguerrido. Al contrario de él, la chica era de tez muy clara, se notaba que eran muy diferentes los dos, no sólo en lo físico. Algo mayor los unía. Se conocieron cuando estaban en el colegio. Él ayudaba a su madre cantando en festivales, fue así como pudo conquistar a la chica, cuyos padres siempre se opusieron a la relación, les hicieron la vida imposible. “¿Cómo te metes con él? Él no te merece”, le decían. El amor de ellos se notaba a leguas. Más tarde, quedó embarazada y decidió irse a vivir con el chico, en casa de su suegra. Los padres aún más molestos porque su hija se mezclara con el chico y su ambiente, pero así podían vivir perfectamente su amor. Él se esforzó por sacar a su nueva familia adelante, y lo hizo de forma soberana. Trabajó duro como cargador en una peligrosa feria libre donde abundaban los pleitos por deudas millonarias entre comerciantes que solucionaban problemas a su manera, como esbirros profesionales. Mientras la chica cuidaba al bebé, continuaba sus planes de ser odontóloga y trataba de que sus padres aceptaran su neovida y al amor que ésta incluía.

Por otra parte, la madre del chico tenía otra historia: fue madre soltera, se fue de la casa de sus padres para trabajar y mantener a su hijo y a ella por sí sola. Trabajó en varios pueblos, en restaurantes, limpiando platos y cocinando. Cierta vez encontró empleo en un pueblo, pero no tenía donde alojar. La misma señora del bar que la contrató le dijo que cerca de allí había una casa abandonada donde podría quedarse por unos días con su bebé. Eso lo recuerda con especial escalofrío. Difícil olvidar un tan mal dormir como ése. “Me despertaba porque me destapaban. Yo veía cómo me quitaban las tapas de la cama”. Y sentía mayor temor por su hijo que dormía entre sus brazos. En esa casa había vivido un pintor, y de hecho, en la casa quedó un cuadro que él había pintado; un payaso que no sacaba sonrisa alguna, pues inquietaba a cualquiera. Pero no fue la única experiencia extraña que le tocó vivir a la mujer. Una vez, después de haber trabajado hasta tarde en el restaurante, salió de madrugada para irse a su casa caminando. Durante el trayecto vio a tres hombres pasados de copas que reían y hablaban entre ellos. Nunca sintió más temor que esa vez. “Empecé a correr porque vi que me empezaron a seguir. Corrí con todas las fuerzas, mientras sentía que me gritaban cosas, yo rezaba. En eso se me cruzó un hombre vestido de negro que me dijo que nada me iba a pasar, que estuviera tranquila”. Siguió corriendo y el hombre enfrentó a los tres tipos y éstos salieron despavoridos. Nunca supo quién había sido ese hombre que la salvó de quién sabe qué, pero que se lo agradecía una enormidad. “Siempre, siempre pensé en mi hijo. Si me pasaba algo, ¿qué iba a ser de él, quién lo cuidaría, qué sería de él? Sin mi hijo yo no hubiera tenido las fuerzas de hacer lo que hice, de salir adelante tan sola. Hubiese dejado que me pasara cualquier cosa, estoy segura”.

Saturday, January 03, 2009

CASA MUSEO ISLA NEGRA


La visión negativa del día se relaciona con el rechazo del poeta a la sociedad.
La ciudad diurna es el escenario enrarecido que aprisiona al hombre en sus fábricas, cines, notarías, peluquerías, burdeles, iglesias, hospitales y oficinas que sepultan todo deseo espontáneo y profundo.

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores. (...)




Desde dentro de este barco, Neruda decía que al tomarse algunas copas se mareaba igual que si estuviera en el mar mismo. Le tuvo respeto al mar, y prefirió contemplarlo.

Entre sus tantos objetos de colección, como las caracolas, los mascarones de proa y las máscaras, entre otros, están estas botellas de todas formas regaladas y traídas por él desde todas partes del mundo.


El ancla que le obsequiaron desde Antofagasta, aunque hubo esfuerzos, nunca más se pudo mover de allí.


Cada vez que volvía a su casa, en Isla Negra, tocaba las campanas para que supieran de su regreso.




Neruda compró esta casa en 1938, a un marino español, luego de decidir buscar un lugar tranquilo para poder escribir Canto general. Originalmente se llamó Las gaviotas, pero el poeta junto a vecinos lo bautizaron Isla Negra.




En 1943 Neruda comenzó las primeras ampliaciones de la casa, que continuaron después de su muerte. Fue nombrada Monumento Histórico en 1990.






Luego de una serie de trámites, los cuerpos de Neruda (1904-1973) y de su tercera esposa, Matilde Urrutia (1912-1985), fueron trasladados hasta el patio de la propia casa, donde descansan actualmente.
Así fue Pablo Neruda.