Saturday, January 31, 2009

ORO INVISIBLE

La gente nos invitaba a su casa, nos atendía como si fuéramos los más íntimos amigos, nos mostraba su vida amable y desinteresadamente. Ese día nos tocó llegar a un sitio donde encontramos a una familia humilde de gran, gran corazón. Cómo olvidarlo. Una mujer vivía en un pequeño departamento con su hijo, de unos diecinueve años, su nuera, de dieciocho, y su nieto, de meses. El chico era moreno, maceteado, y cuya mayor característica era ser muy aguerrido. Al contrario de él, la chica era de tez muy clara, se notaba que eran muy diferentes los dos, no sólo en lo físico. Algo mayor los unía. Se conocieron cuando estaban en el colegio. Él ayudaba a su madre cantando en festivales, fue así como pudo conquistar a la chica, cuyos padres siempre se opusieron a la relación, les hicieron la vida imposible. “¿Cómo te metes con él? Él no te merece”, le decían. El amor de ellos se notaba a leguas. Más tarde, quedó embarazada y decidió irse a vivir con el chico, en casa de su suegra. Los padres aún más molestos porque su hija se mezclara con el chico y su ambiente, pero así podían vivir perfectamente su amor. Él se esforzó por sacar a su nueva familia adelante, y lo hizo de forma soberana. Trabajó duro como cargador en una peligrosa feria libre donde abundaban los pleitos por deudas millonarias entre comerciantes que solucionaban problemas a su manera, como esbirros profesionales. Mientras la chica cuidaba al bebé, continuaba sus planes de ser odontóloga y trataba de que sus padres aceptaran su neovida y al amor que ésta incluía.

Por otra parte, la madre del chico tenía otra historia: fue madre soltera, se fue de la casa de sus padres para trabajar y mantener a su hijo y a ella por sí sola. Trabajó en varios pueblos, en restaurantes, limpiando platos y cocinando. Cierta vez encontró empleo en un pueblo, pero no tenía donde alojar. La misma señora del bar que la contrató le dijo que cerca de allí había una casa abandonada donde podría quedarse por unos días con su bebé. Eso lo recuerda con especial escalofrío. Difícil olvidar un tan mal dormir como ése. “Me despertaba porque me destapaban. Yo veía cómo me quitaban las tapas de la cama”. Y sentía mayor temor por su hijo que dormía entre sus brazos. En esa casa había vivido un pintor, y de hecho, en la casa quedó un cuadro que él había pintado; un payaso que no sacaba sonrisa alguna, pues inquietaba a cualquiera. Pero no fue la única experiencia extraña que le tocó vivir a la mujer. Una vez, después de haber trabajado hasta tarde en el restaurante, salió de madrugada para irse a su casa caminando. Durante el trayecto vio a tres hombres pasados de copas que reían y hablaban entre ellos. Nunca sintió más temor que esa vez. “Empecé a correr porque vi que me empezaron a seguir. Corrí con todas las fuerzas, mientras sentía que me gritaban cosas, yo rezaba. En eso se me cruzó un hombre vestido de negro que me dijo que nada me iba a pasar, que estuviera tranquila”. Siguió corriendo y el hombre enfrentó a los tres tipos y éstos salieron despavoridos. Nunca supo quién había sido ese hombre que la salvó de quién sabe qué, pero que se lo agradecía una enormidad. “Siempre, siempre pensé en mi hijo. Si me pasaba algo, ¿qué iba a ser de él, quién lo cuidaría, qué sería de él? Sin mi hijo yo no hubiera tenido las fuerzas de hacer lo que hice, de salir adelante tan sola. Hubiese dejado que me pasara cualquier cosa, estoy segura”.

3 comments:

  1. Hola!

    Me gustó leer estas experiencias. Es cierto que la fuerza que te da la responsabilidad de tener que cuidar y proteger a un hijo es insuperable.
    Una no sabe de dónde saca las fuerzas para luchar por su bienestar, supongo que es un espíritu innato de protección materna.

    Un abrazo:)

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  2. Anonymous12/2/09 09:39

    Esta historia trata de héroes, que no salen en las grandes pantallas, sino que están rodeándonos anóninamente y nadie lo sabe. La realidad siempre supera a la ficción y esa historia lo demuestra una vez más.

    La responsabilidad es una de las mayores paradojas de la vida. Crías un hijo, cuidar a alguien significa perder para siempre tu libertad. ¿Pero hay una alternativa? Si eres libre eres sucio, si no eres libre al menos vives perdiendo pero pudiéndote mirar al espejo.

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  3. Inquietante las historias... especialmente la de la pobre madre y su escape de esos tipos peliagudos... lo bueno es darse cuenta que por muy solos siempre hay alguien que nos puede tender una mano en el momento que más lo necesitamos... ¿y si ese hombre era el hijo que viajó en el tiempo para defender a su madre?
    En fin... saludos y un gran abrazo
    Kiltroenllamas

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